martes, 3 de enero de 2017

EMILIANA




EMILIANA ABRIÓ LOS OJOS.
Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com


Gabriela Arroyo es una mujer artesana que se ha declarado bordadora en resistencia. A través de un proyecto que nombra “Bordados y memoria”, ella recupera saberes de mujeres artesanas en el trabajo con hilo y aguja, con técnicas de bordado en relieve, aplicación textil y pintura, junto con tejidos. Creaciones a través de las cuales cuentan sus historias, denuncian y, a un mismo tiempo, sanan lo que les pasa en su propia historia de mujeres, pero también lo que sucede a sus pueblos. 

Congruente con ese ejercicio de recuperación de saberes y procesos personales, Gabriela, estudiante de sociología y adherente a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, borda sobre sus propias convicciones y dentro de otro proyecto llamado “Sólo Miradas”, incluye trabajos con temas sociales como Ayotzinapa que se ocupa de una manta con los nombres de los compañeros que bordaron mamás y papás de los 43. También un huipil colectivo que busca recopilar historias de resistencia, como el plantón de Aztecas 215, de lucha por el derecho al agua, entre otros. 















En este marco de trabajo político es en donde brota la existencia de Emiliana: 

Emiliana es una muñeca zapatista. Es de tela y su rostro está bordado, nace de diferentes tamaños y hasta con diversos rellenos como algodón, lana, semillas, cada muñeca tiene un vestuario diseñado de manera distinta, según lo que la autora percibe de la mujer que la recibirá (por ello son personalizadas). Lo que tienen en común todas las emilianas, es el paliacate al cuello, el cabello largo y negro y los ojos cerrados, porque, a decir de su autora: 

“Está soñando otro mundo posible”.


En siete años de la existencia este proyecto, Gabriela ha realizado aproximadamente unas 40 muñecas que han ido a distintos sitios del mundo. Las Emilianas han viajado a Colombia, Argentina, Alemania, Costa Rica, Chile y están lo mismo en manos de mujeres de los movimientos sociales de la región como en manos de niñas que sonríen con ella entre los brazos.

Esta mañana, la historia de esta muñeca zapatista entra en una nueva etapa: ha aparecido una Emiliana con los ojos abiertos y, eso, no es cualquier cosa.

Gabriela Arroyo ha elegido el 1 de enero de 2016, fecha emblemática para el zapatismo, para mostrar a la Emiliana de ojos abiertos y aquí, es preciso afinar los sentidos para escuchar a la artesana y su mensaje, que es un mensaje para todo México en medio de las situaciones de complejidad política y económica que hoy impera:

Emiliana ya no está soñando, ha abierto los ojos. Hay que despertar y hacer ya el otro mundo posible.














martes, 15 de septiembre de 2015

LUCHA Y VICTORIA

LUCHA Y VICTORIA.
HISTORIA DE SORORIDAD Y RESISTENCIA
Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com


Estamos cumpliendo un aniversario luctuoso, hace 30 años un sismo dejó cientos de muertos y muertas en la Ciudad de México, así como edificios derrumbados y cientos de familias damnificadas y sin empleo. Entre el caos y el  horror en los días y meses posteriores al sismo, hubo quienes buscaron como tejer lazos de acompañamiento y construir otras historias y otras vidas, literalmente desde levantarse de los escombros. Ayer, 14 de septiembre, en una charla íntima tuve la oportunidad de escuchar a Tessa Brisac y  Beatriz Ramírez narrar la historia de unas muñecas llamadas Lucha y Victoria, historia que compartiré aquí.
Lo primero que me gustó de estas dos mujeres es el respeto por la palabra de las otras. Por ejemplo, que no  querían comenzar a hablar hasta la llegada de Berta, una de sus compañeras a quien también habían citado, pero que finalmente no pudo asistir. También, me gustó que se cedían una a otra la palabra constantemente y se miraban al rostro con ese gesto que sólo las cómplices de hace muchos años logran encontrar.
Beatriz fue la primera en tomar la palabra. Narró cómo con el sismo que ocurrió el 19 de septiembre de 1985 por la mañana se vinieron abajo varios edificios del centro y otros cercanos a Tlalpan, a la altura de San Antonio Abad en la Ciudad de México, donde se encontraban talleres de costura, la mayoría de ellos eran clandestinos.  Tessa contó que como al ser clandestinos los talleres,  los edificios que los albergaban no estaban diseñados para contener maquinaria pesada y menos aún los rollos de tela que llegaban a pesar toneladas, lo cual contribuyó al derrumbe de los edificios.
Había muchas costureras muertas y otras estaban atrapadas entre los escombros, era urgente cavar para rescatarlas. Sin embargo, en el caso de las costureras y de muchos otros edificios colapsados, el gobierno actúo con total ineficacia. Beatriz y Tessa narraron cómo las autoridades rechazaron ayuda de otros países arguyendo que todo lo tenían bajo control; mandaron a los militares a rodear las zonas para impedir que la gente pasara en lugar de permitir la ayuda y ayudar ellos mismos; sumado a ello, ocurrían indignantes historias de corrupción y negligencia. Incluso, dieron la orden de que en los medios no se hablara de temblor, sismo o terremoto.  “Como si el que no se mencionaran hiciera que dejaran de haber los daños y  el desastre”, criticó Beatriz. Los medios repetían: “Más ayuda el que no estorba”, para que nadie se acercara a la zona más vulnerada, señaló Tessa.
Sin embargo, la gente no obedeció. Con sus propias manos fueron a remover piedras, a buscar personas, a tratar de encontrar a sus vecinos, a sus familias, a desconocidos. La consigna era ayudar, como se pudiera a quien se pudiera. Tessa se unió como traductora a un grupo de rescatistas franceses –a quienes, por cierto, el gobierno había ordenado no salir de su hotel-, les acompañó en sus labores de rescate en los edificios de San Antonio Abad y cuando se acercó al campamento a dar algo de asesoría sobre el trabajo de auxilio para las personas que estaban en la búsqueda de sus madres, esposas, hermanas, se encontró con Beatriz y otras compañeras que estaban sumando esfuerzos y organizándose.
En esos días, se unieron mujeres que habían pertenecido a cuatro talleres de costura diferentes. No se conocían entre ellas, pero se conocieron tras el sismo y con sus fuentes de trabajo destruidas y la necesidad de aliarse conformaron una cooperativa. Beatriz estudiaba diseño, pero su formación inicial era de socióloga y estaba muy comprometida con el trabajo de solidaridad tras el sismo, “Las personas estábamos muy deprimidas, teníamos que hacer algo, ayudar de alguna forma”. Entonces, tras ver un cartón político en un periódico, se le ocurrió que podían hacer muñecas y venderlas como un modo de apoyar el  trabajo de la cooperativa. Lo propuso en la asamblea y lo aceptaron.
La hechura de las muñecas fue toda una aventura. Les donaron retazos de tela, pero no todos estaban en buenas condiciones, así que vendieron bonos para obtener dinero y comprar telas. Pidieron a artistas que donaran diseños para poder hacer las muñecas y llegaron propuestas desde las formas más clásicas y sencillas hasta unos dibujos muy complejos que las costureras tenían que interpretar y convertir en una obra de arte de tres dimensiones.
Estas mujeres sabían coser, pero solamente lo que correspondía a su oficio. Es decir, sabían hacer ojales o pegar botones o hacer una bastilla, pero no cortar patrones de muñecas ni cortar las telas, ni armarlas. Alguna sabía algo de bordar, alguna algo de tejer, pero ninguna hacer muñecas. Así que todo lo fueron inventando o aprendiendo en el camino. “Las primeras muñecas eran horrorosas, no sólo porque no sabíamos manejar la tela, sino porque reflejaban cómo estábamos, el estado de ánimo, las caras de las muñecas eran de angustia”, contó Beatriz.
“Trabajábamos en un local prestado, sin luz, con butacas como esas de cine antiguo, coser era muy difícil”, continúo narrando Beatriz y Tesa agregó: “No teníamos ni agujas ni nada, pero lo hicimos de tal manera que para diciembre tuvimos nuestra primera exposición. Fíjate, de septiembre a diciembre, ya teníamos los primeros prototipos y los expusimos para que la gente pudiera hacer sus pedidos y cuando estaban listas las muñecas se las entregábamos. La gente era paciente porque sabía que era por solidaridad”.
“Nosotras habíamos puesto un precio y vino Vicente Rojo (Uno de los artistas que donó diseños para la realización de la muñecas), llegó y nos dijo: “No, estas muñecas son obras de arte, tienen que venderse en el precio de la obra que son y les ponía el precio”, recordó Tessa y Beatriz narró: “Las mujeres del taller de costura se avergonzaban de los precios, se tapaban la cara y se agachaban, ¿cómo va a ser que alguien pague tanto?”, pero sí, la gente lo pagaba y hacía encargos, apoyaban la lucha de las costureras y la venta de las muñecas fue un buen ingreso que permitió ir aportando a la cooperativa y sostener esa lucha conjunta. La cooperativa hizo varias actividades y maquila además de las muñecas, duró 10 años existiendo. Un logro como organización laboral.
“Por eso, ahora, que las cosas están tan tristes, que la gente no sabe qué hacer vale la pena rescatar esta experiencia”, reflexionó Tessa.
Ese es un punto irrenunciable, rescatar esa experiencia en  donde un equipo de mujeres encontró una labor para hacer en conjunto y se ayudaron unas a otras a sostenerse tras la tragedia. En este momento en que nuestro país sangra tantas tragedias, ciertamente son pedagógicas las historias de solidaridad y de sororidad que incluso además del proyecto en sí, tejieron lazos de afecto que permanecen vivos tras treinta años de haber sucedido.
Tessa nos invitó a mirar algunas de las más de ciento cincuenta muñecas que ella tiene en custodia. Es un mundo de colores, texturas, estilos, tamaños…Todas diversas, pero la realización de cada una refleja un alto grado de compromiso con el trabajo, sobre todo una ternura infinita de quienes las elaboraban.
El resultado es que cada muñeca es tan hermosa como la otra: costureras de largos cabellos con su cinta de medir en las manos; Lucha, la gorda, muñeca enorme con sus tijeras colgando de una cinta en su cuello y con ojos grandes tras sus lentes amarillos; mujeres abrazadas entrelazadas, acompañándose; niñas riendo, sirenas sobre una ballena; almohadas que abrazan; una mujer desnuda sobre la luna; una niña jugando con palomas; muchos gatos; un pez-león; niñas acróbatas…
Cada muñeca con un grado de dificultad distinto, cada muñeca con una historia de realización y resolución creativa que emocionan, encantan y, de alguna manera, cuentan la historia de las mujeres que las elaboraron. “Era coser las muñecas y era también irse rehaciendo  una misma, irse cosiendo por pedacitos”, explicó Beatriz.

Queda, por ahora, aquí, esta historia de muñecas, de resistencia y resilencia, que a través de unos pedacitos de trapo y de estambre nos cuenta qué, cuando hasta la esperanza estaba derrumbada, qué poderosas y sanadoras son las creaciones de las mujeres organizadas.







martes, 19 de agosto de 2014

Niña del Chocó




El chocó es uno de los 32 departamentos de Colombia.  Durante la colonización española se fusionaron pueblos originarios con personas que habían sido esclavizadas y llevadas a la región. Varias de ellas se rebelaron contra los esclavistas  y formaron poblaciones en el lugar.  Una de las historias de mujeres insumisas en la zona y que todavía es recordada es la de Agustina, quien fue esclavizada, en 1795 fue violada por el esclavista Miguel Gómez quien posteriormente pretende obligarla a abortar, pero esta mujer negra rebelde se niega y es torturada por él. Agustina procede a demandarlo ante el juez Álvarez Pino y el gobernador de ese entonces José Michaeli. Las autoridades, protectoras de los esclavistas, fallaron a favor de Miguel Gómez quien sólo fue amonestado. La negra Agustina en respuesta a la injusticia procedió a quemar varias haciendas y factorías de Pueblo Viejo, hoy Tadó.

 La muñeca que presento en Manos de Diosa, viste y está peinada como lo hacen muchas nenas del chocó, es de tela y estambre y mide 32 centímetros. Lleva bajo la falda fondo de encaje y bombacha larga. Sus numerosas trenzas son rematadas con cuentas de colores. Cuando pregunté a la vendedora de muñecas porqué sus ojos eran azules, dijo que producto del mestizaje hay algunas  personas negras de ojos verdes o azules en el Chocó.  Un detalle que me parece muy lindo son los dientes prominentes de todas las muñecas que vi en Colombia.

Esta entrada está acompañada por la imagen de una escena de la película Chocó, una madre valiente con su hija:


martes, 22 de julio de 2014

Muñecas de Agua Azul

 

Las cascadas de Agua Azul, en Chiapas, son una caída de agua con seis “escalones” impresionantes que se pueden ir subiendo por una escalinata al lado que va permitiendo admirar los distintos tonos de azul, turquesa y verde-aqua que adquiere el agua limpia bajo los rayos de sol al chocar contra las rocas. 
Un día de mayo de 1999, comencé a subir por la escalinata. En ese trayecto, vi que había unos turistas bañándose en la segunda cascada y me reí mucho cuando descubrí en la cascada superior que unos niños del pueblito estaban bañando con unas barras de jabón a sus puerquitos y perritos, así que los turistas nadaban en el agua que caía de ahí.
En ese mismo punto había unas mujeres vendiendo unas muñecas que me parecían hermosas. Tomaban un poco de barro, lo amasaban con sus manitas para hacer cuerpo y cabeza y luego le agregaban sus brazos y piernas. La carita la hacían usando la parte de atrás de un bolígrafo para estampar los ojos y la punta para marcar dos orificios como nariz y dibujar la boca. Luego las vestían igual a ellas, una falda de lana negra, fajilla roja, huipil azul, rebozo en la cabeza y un tocado colorido. Costaban cinco pesos, cinco pesos por un pedacito tan bello de su trabajo.  He conservado esta muñeca conmigo, una de las más bellas de mi colección.
En junio de 2014  volví a Agua Azul. Hay muchos comercios, ya no están las casitas de dónde salían los niños a bañar a sus perros y puercos. Tampoco hay mujeres haciendo mujercitas de barro en el hueco de sus manos. Las muñecas artesanales que se venden son de las mismas que se pueden encontrar en Guatemala u otros sitios de Chiapas, elaboradas por cientos. Pregunté en el lugar y no encontré quien recordara aquellas muñecas de barro.. . Por eso, hoy les comparto la imagen de este pedazo de tierra, trabajado por manos de mujeres choles hace casi tres lustros ya.





























Actualización

Como decía lineas arriba, el pueblo en donde se elaboraban estas muñecas ya no existe como tal y no he podido encontrar otro lugar en donde las elaboren, ni saber sobre las mujeres de esa comunidad. Sin embargo, por esas casualidades mágicas de la vida, una amiga vio una pequeña muñeca en un puesto de antigüedades y pensó que me gustaría.
¡Qué sorpresa tan maravillosa encontrar esta joya casi intacta a pesar del paso del tiempo!
Aquí está, en mayo de 2015. Su rostro, su rebozo y el bebé a su espalda intactos:

 Sus manos y pies de barro frágil, completos:


















Hermosa muñeca, hermosa herencia del trabajo de manos de mujeres modelando su propia historia en el barro.




viernes, 30 de mayo de 2014

Cholita

Cholita boliviana. Está hecha de pasta, mide tres centímetros. regalo de Yan María Castro Yaoyolotl en 2011. Atrás viene el camión, es una "chiva" colombiana.




Según algunas autoras, la palabra “chola” procede del español “chulo”, la “Chula” es hermosa, airosa, con gran porte. Su atuendo es heredero del mestizaje. Lleva pollera de colores vistosos, mantón español y sombrero de bombín. El aguayo es el nombre que se da a la tela que usan para cargar al bebé, la wawa, sobre la espalda.




 












* La “Chiva” es un transporte popular en Colombia, con escalera en la parte tasera para poder acceder al techo. Son buses pintados de colores muy llamativos y se usan para cargar de todo: bultos, cerdos, café, frutas, cargas de panela y hasta muebles de todo tipo. Incluso, se utilizan para transportar a les invitades a bodas, bautizos y otras fiestas populares.

jueves, 30 de enero de 2014

Warmis

Los barcos o "caballitos" de totora son las embarcaciones tradicionales del lago Titicaca. Los pueblos originarios usaban la totora –similar a la paja- para construir barquitas para pescar, actualmente las siguen fabricando y su belleza es también un atractivo turístico. En noviembre de 2012 una mujer vendía pequeñas barcas de totora a la orilla del lago, me dijo que ella las elaboraba, accedió a dejarse tomar una foto, pero no a decirme su nombre. Claudia Vigil,  querida amiga, me hizo este hermoso regalo.  La barquita original tenía un hombre y una mujer (Chacha-warmi). Sin embargo, como unas horas antes habíamos cruzado el lago en un barquito parecido, jugando a la escena del “Titanic lésbico”, Claudia convenció a la mujer de que nos pusiera dos warmis y ella accedió divertida. Estas son mis hermosas warmis del lago Titicaca:




Agustina

Realizada por Agustina, poeta mazahua. Esta muñeca es tan bella obra, realmente un poema. Tiene mandil, falda, dos fondos bordados y calzoncitos... Gracias,Luiza Rocha Rabello.



domingo, 26 de enero de 2014

Xunquita


Esta belleza se llama Xunquita, como la mujer que la elaboró llamaba a su hija menor. Ella pertenece o pertenecía al colectivo Mujeres de Maíz Sembrando la Vida. La historia que me contó Adriana Jiménez es que les dio un taller de clown y para pagarle las del colectivo hicieron muñecas que a su vez ella vendió. Las muñecas fueron elaboradas después del taller de clown, por eso tienen peluca y nariz. Como Adriana les dijo que lo más importante de una clown es su corazón, ellas lo bordaron en el huipil. Tiene los ojos azules como Adriana, pero viste como tzotzil....

martes, 19 de noviembre de 2013

Sirena de largas trenzas

Bordada a mano, es de lana. Viene de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Fue un obsequio de mi amiga Artemiza, por mi rezo a la luna este octubre de 2013. -Se trata de una tradición mexica que se realiza sólo entre mujeres, durante cuatro noches seguidas danzando a la luna- Gracias.


Campesina del Ecuador




Me la regalaron el 14 de octubre de 2013, proveniente del Ecuador:

martes, 10 de septiembre de 2013

Bogotá

Muñequitas, muebles y accesorios comprados en mercaditos de artesanías de Medellin y Bogotá.. Le hice una casita a cada juego y así quedaron


Mini sombrero al estilo de las campesinas de Boyacá


 Las muñequitas visten el traje típico de las campesinas colombianas
Todos los objetos son colombianos, salvo el "anafre" que es mexicano

La Abuela


 


A ella le llamo "La Abuela" (2012). Mide 70 centimetros. Está hecha de madera, alambre y pedacitos de tela. Es tan bella que tiene dos fondos, calzoncitos largos y sus huaraches de estambre bajo la falda. Me la vendió una abuelita de Chichicastenango. Me pidió sólo 25 quetzales por ella y cuando multipliqué cuánto era el cambio a pesos, me di cuenta de que era muy poco por un trabajo tan tan bello

Francisca y Maximiliana

Francisca, la más alta, fue comprada en 2011, viene del mercado central de Guatemala, representa una niña maya y Maximiliana adquirida en 2012 del norte de México, representa una niña raramuri y está hecha por manos de adultas mayores